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Mi segundo embarazo como Working Mom

Carolina no tuvo una buena experiencia como Working mom en su primer embarazo, pero nos cuenta cómo cambió todo con su segundo bebé.

Como les conté en mi blog anterior, desafortunadamente mi primer embarazo no fue el ideal. Mi jefe no solo me recargó laboralmente, sino que me hizo sentir como la peor de la clase. Me dejé afectar tanto, que me enfermé todo el embarazo, tuve vómito, migraña, y todas las lágrimas que se puedan imaginar. Descubre mi experencia como working mom en mi primer embarazo

Después de la tormenta siempre viene la calma

Después de haber pasado por esta situación tan difícil en mi vida tuve la fortuna de entrar a una gran empresa cuando Lorencito tenía 5 meses. En este nuevo trabajo tuve una buena jefa, hice grandes amigos y aprendí a ser una “Working mom”.

A los pocos meses de estar trabajando en esta empresa, mi esposo empezó a pedir pista. Él siempre quiso tener sus hijos muy cercanos entre ellos y, la verdad yo también, pero estaba tan contenta en el trabajo que me daba pena quedar en embarazo con menos de un año de estar ahí. Sentía que apenas estaba logrando recuperar no solo mi peso, sino mi confianza y otra vez me sentía como la mejor de la clase. 

¡Estamos embarazados, otra vez!

Poco a poco fui dilatando el tema de un segundo hijo, hasta que mi esposo se dio cuenta de mi estrategia y sacó tarjeta roja. Él y yo nos llevamos 10 años de diferencia y para él era vital tener la oportunidad de disfrutar a sus hijos por lo cual no quería dejar pasar más el tiempo.

En el momento en que Lorencito tenía 13 meses de edad y yo llevaba 6 meses en el trabajo, acepté quitarme el dispositivo intrauterino y a los dos meses ya estaba embarazada.

La mañana que supe que estaba en embarazo lloré de la felicidad. Le conté a mi esposo por teléfono y sin anestesia “¡Estamos embarazados!”. El pobre ni tuvo tiempo para asimilarlo. 

Y, ¿ahora qué digo en mi trabajo?

Con mi primer embarazo tuve mucha cautela de guardar el secreto hasta superar los primeros tres meses, luego agendar una reunión formal con mi jefe y recursos humanos para contarles la noticia, como si hubiese sido un accidente y agachando la cabeza por la imprudencia ¡gran error! 

Con mi segundo embarazo hice todo lo contrario. El cómo y cuándo dar la noticia del embarazo es una decisión muy personal y por mi experiencia previa decidí hacer las cosas diferentes. Esta noticia no debía ser motivo de estrés, sino todo lo contrario, una gran alegría.

Decidí contarle a mi jefe cuando tenía apenas 8 semanas de embarazo y le quité toda la formalidad que tuve en el primero. Llamé a mi jefe por teléfono y le dije: “Tengo una noticia muy bonita que contarte y quiero compartir contigo esta alegría ¡Estoy embarazada!”.

No saben el alivio que sentí al contarlo sin tanto formalismo, ya que no solo me quitó un peso de encima, sino que hizo que mi jefe estuviera más pendiente de mí. Garantizando que tuviera una carga laboral adecuada y de contar con los espacios necesarios para los chequeos médicos. Todo esto hizo una gran diferencia.

Con el tiempo todos en el trabajo se fueron enterando que ¡me sentía más bonita que nunca! Mi barriga siempre recibía algún halago. En mi opinión, esta etapa es la más bonita de la mujer.

Este embarazo sí que me lo disfruté. Podía ir a mis controles con calma y no debía pedir permiso con copia hasta la presidencia. Mi jefe y mis compañeros fueron un gran apoyo. Lo único que tuve fueron unas migrañas horribles, pero con el tiempo pasaron.

Cuando tenía 28 semanas, pedí permiso para asistir a un evento en Cartagena. A pesar de que mi jefe ya me había recomendado no seguir viajando, yo insistí. Para esta época, contrario a mi embarazo anterior, me sentía con más energía que nunca y aproveche esto al máximo para trabajar y disfrutar a mi hijo.

Esa mañana llegué corriendo al aeropuerto y cuando logré sentarme recuerdo que empecé a sentir mareo. Me levanté para ir al baño y ¡me desmayé en pleno vuelo! Más que miedo sentía “oso” y pena de contarle a mi jefe lo que había pasado. Afortunadamente no pasó nada grave, pero fue a partir de allí cuando tuve que empezar a bajarle las revoluciones al trabajo. 

¡Todo salió al revés!

Cuando ya tenía 33 semanas, mi jefe empezó a pedirme que fuera delegando cosas y yo, muy relajada, lo hice a paso tortuga. Había empezado a tener un poco de contracciones, pero me iniciaron un tratamiento que me las frenó sin problema y el embarazo continuó normal.

Una mañana de julio con 35 semanas tuve un monitoreo de rutina. Mi esposo no me podía acompañar, por lo que fui con mi hermana. En el procedimiento el ginecólogo me dijo: “Te recomiendo consultar a tu obstetra”. No le di importancia y salí directo a una peluquería a un par de cuadras.

Cuando caminé unos metros, empecé a sentir un poco de presión en la barriga y se me ocurrió mandarle al ginecólogo la foto del monitoreo. Al minuto, me llamó y me dijo: “Estas en trabajo de parto, nos vemos en la clínica” ¡Así es, me cogió el trabajo de parto en la calle! Sin esposo, sin pañalera, sin mi mamá, sin entregar el cargo y en una clínica diferente a la que había escogido para tener a mi hija. En este embarazo tan planeado, todo me salió al revés. 

Hijos: El milagro de la vida

Mi esposo se encontraba al otro extremo de la ciudad y operando. No se imaginan la angustia tan grande que tenía. No pudimos esperarlo más y me pasaron sola y llorando a salas de cirugía. Mi bebé iba a nacer con tan solo 35 semanas de embarazo. Yo estaba muerta del susto.

Mi esposo llegó justo en el momento exacto en que salió mi hija. Escuché las voces de las enfermeras diciendo “llegó el papá” y esto hizo que me volviera el alma al cuerpo. Acto seguido el ginecólogo dijo: “Es una niña y está sana”. A pesar de ser tan sorpresiva su llegada, ¡todo resultó perfecto! 

¡Lo que aprendí!

Definitivamente cada embarazo es único. Pero les puedo decir que la actitud con la que lo llevamos hace toda la diferencia. Esta etapa es para llevar con orgullo y para disfrutarla de principio a fin. 

Independiente del momento en el que deseen dar esta noticia en su trabajo no le pongan un estrés que no debe existir. Hagan las cosas espontáneas y déjense consentir lo más que puedan. Lo que sí les recomiendo es no dejar para último momento las entregas de cargo. Esto no solo les va a quitar un estrés a ustedes, sino que le va a ayudar a sus jefes.

Recuerden que en los segundos embarazos como en las segundas oportunidades ¡debemos sacar provecho de las lecciones aprendidas!

Carolina Pérez

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