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Cómo me convertí en una mamá canguro: historias y experiencia

Un embarazo llena de felicidad a toda una familia, pero también es cierto que aparecen dudas y miedos en el proceso y más cuando hay un riesgo de por medio. Conoce la historia Ana Milena, una mamá canguro. 

Después de 6 años de haber vivido la más linda experiencia de ser mamá, llegó a mi vida la gran noticia: ¡sería mamá por segunda vez! En ese momento ignoraba todo el camino que debía recorrer, y no sabía que tendría un cangurito que haría parte de un nuevo aprendizaje de vida.

 

¡Así inició todo siendo mamá por segunda vez!

Todo empieza una noche en la que, extrañamente al ver televisión, me estremezco con un comercial de bebés y llego a imaginar la sensación de tener nuevamente en mis brazos ese cuerpo diminuto de un bebé recién nacido, que, además, es el detonante de amor puro. 

Vi otro comercial que me hace saborear en mi imaginación un delicioso helado, me acuesto como lo hago de costumbre y en la madrugada me despierto inesperadamente y me desvelo. De repente llega a mi mente una sospecha de embarazo y mi primer pensamiento es: “No, no creo”. Pero luego llega la duda “¿Será que sí?” y después de tanto pensarlo me llené de emoción y también de miedo. 

Al día siguiente fui a trabajar y sentía mucha ansiedad. En medio de mi silencio quería hablar con alguien, pero no me atrevía a hacerlo porque no sabía si era una falsa alarma. Yo soñaba con que la prueba diera positivo, pero también tenía miedo de haber olvidado cómo se inicia este proceso de ser mamá de nuevo.

Un nuevo miembro en la familia ¡Una gran noticia!

Incluso antes de nacer y sin ni siquiera estar en planes, yo ya tenía un nombre para él: Juan Antonio; así me refería a él cuando molestaba a mi esposo por el segundo hijo, quien no estaba muy convencido. El día que la prueba dio positivo me dije: “Juan Antonio ya es mi realidad”. 

Es así como empieza este camino de felicidad absoluta, porque esta noticia cambió mi vida, la de mi esposo, la de mi hija y la de toda la familia. 

Tres días después de haberme hecho la prueba empieza un primer sangrado; una amenaza de aborto que me envió a urgencias. Pero después del chequeo rutinario me explican que suele ocurrir en las primeras semanas de implantación del embarazo. Llego a casa absolutamente convencida de que estaremos bien en lo que resta del proceso. 

Dos semanas después estando en un examen médico empieza la peor experiencia de temor y miedo de mi vida. Siento como de un momento a otro empiezo a tener un sangrado abundante, una hemorragia que me deja paralizada haciendo fila en un laboratorio médico, son segundos de vida o muerte y yo no quería ni moverme, temía que la ilusión podría terminar en ese momento. 

Salí de aquel lugar y pedí ayuda en la calle, pero no encontré respuesta. Crucé y pude tomar un taxi directo a la clínica, y el conductor sensibilizado con mis lágrimas me llevó rápidamente. Superé esta dura y fuerte segunda amenaza de aborto, pero tuve que estar en reposo absoluto por más de un mes. Tenía la convicción de que este bebé, aún sin saber el sexo, estaría en mis brazos. 

¡Un embarazo corto!

En el cuarto mes los exámenes empiezan a indicar que podría haber complicaciones de azúcar, cuello corto, amenaza de parto pretérmino, RCI restricción de crecimiento y otras alertas que me decían que ese parto a término con el final feliz de recibir a mi hijo en brazos en el minuto cero de su nacimiento no sería mi historia. 

Al sexto mes reventé fuente y tuve que correr a la clínica donde me atendió un doctor de urgencias y un ginecólogo de cabecera al cual le debo mi vida entera (mis hijos) que llegó en moto por la gravedad del asunto y sabiendo la importancia de su presencia para mi vida y la de mi hijo al momento de dar a luz.

 

El momento más esperado ¡Su nacimiento!

En contra de lo que muchos pueden pensar sobre nacer en la semana 29, mi pequeño nació por parto natural ¡Una locura de experiencia! Pero fue así como decidió llegar a este mundo a recordarme que la felicidad no es un contacto piel a piel como lo imaginé, sino oír su llanto y saber que estaba vivo. 

Mi bebé pesó 1080 gramos, que llenaron mis manos, mi corazón, mis pensamientos y súplicas por su vida. Ya era una realidad y ahora restaba esperar, esperar y esperar.

En este proceso se aprende a esperar minuto a minuto pues cada segundo de vida es una ganancia en este camino y en el proceso de tener un hijo prematuro y canguro en brazos. Aunque no fue fácil todo el tiempo tuve la esperanza de tenerlo junto a mí. 

 

Ana Milena Arbelaez

¡Compartamos experiencias! Cuéntanos en los comentarios cómo te convertiste en mamá canguro.



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